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Un Viaje a Mexico. 40 Toneladas de Belleza.

  • Foto del escritor: Angela Domenech
    Angela Domenech
  • 4 dic 2023
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 11 dic 2023



Sonó el despertador.


¡Yuhu! Salté de la cama. Eran las 4.30 de la madrugada. Me indavía la emoción.


Sobre las 4.50 ya estaba en los muelles donde nos esperaba el barco de investigación marina. Un bote no muy grande, para unas 6 personas, con una lona como techo, un micrófono bajo el agua y un altavoz.


Ese día el mar estaba apacible, en la calma que caracteriza los amaneceres y atardeceres, cuando el viento desaparece como por arte de magia y el mundo se para unos minutos.


Mientras el barco se adentraba en el mar yo miraba embobada como la luna brillaba a todo lo que dá.


Ahí estaba yo, en silencio, conmigo misma y mis pensamientos. Y recuerdo que el predominante era solo uno.


“Menudo lujo estar aquí ahora.”


Estábamos en plena pandemia y yo me encontraba en el único lugar del mundo donde aún había libertad, México.


Tenía que disfrutar aun más si cabía cada segundo por toda la gente que estaba en sus casas.


Estaba ahí absorta en toda esa gratitud y, de pronto…


¡Plash!


Me quedé tiesa.


Una masa de 40 toneladas de peso y 15 metros de largo salió por completo del agua, haciendo una especie de reverencia que parecía darnos la bienvenida y se dejó caer al agua a plomo, agitando nuestra barca y salpicándonos la cara con su fuerza.


Repito, 40 toneladas de peso.


Buah, los regalos que tiene a veces la naturaleza bajo la manga...me sentí la persona más importante del universo.


Solo pasaron unos segundos hasta que escuchamos el siguiente ¡plash! detrás nuestro.


Una cola inmensa nos saludaba aplaudiendo contra el agua, una vez, y otra, y otra…unas 7 veces seguidas.


Imaginaos mi sonrisa, imborrable.


Seguimos camino, y a nuestro lado, 7 ballenas jorobadas nos acompañaban metiendo y sacando la cabeza del agua con elegancia.


En mi cabeza sonaba inevitablemente


Carry (carry)

Carry me boldly (carry, yeah)

Lift me up slowly (yeah)

Carry me there (I'm only human)


Ya lo sé, Willy era una orca, pero que le vamos a hacer, tengo una extraña tendencia a ponerle una banda sonora mental a los momentos épicos de mi vida.


Por ejemplo ahora que es navidad, a la mínima lucecita que veo me sale el "It's the most wonderful time of the year..."


No sé si es normal. El caso es que la banda sonora de Liberad a Willy, cubrió aquel momento en mi cabeza.


En fin.


Madres, bebés, machos saltando en todas direcciones y formas empezaron a aparecer frente a nosotros.


Hasta 40 ballenas llegamos a ver.


IRREPETIBLE


Basicamente lo que pasó es que me coincidió estar en la zona en la primera salida que hacían los biólogos ese año y yo sabía que tenía que subirme a ese barco. Fuí todo lo pesada que supe para conseguirlo.


Las oportunidades hay que pillarlas al vuelo.


Me avisaron de que era muy posible que aun no se las viera...vaya si las ví. En pleno cortejo en que los machos se muestran en toda plenitud para engatusar a las hembras.


Sus saltos vienen siendo como el reggaeton hoy en día, o el Rock n’ roll en la época de mis padres (afortunados ellos), son su estrategia de ligoteo.


Y ese día estaban de verdad dándolo todo sacando toda la artillería.


Pasamos 5 horas allí plantados, observando. Creo que gané 10 años de vida ese día. Para mí fueron como 5 minutos.


No quería irme.


No se lo cuentes a nadie pero Incluso tuve que meterme al agua a hacer pis (el más rápido de mi vida) porque no quería irme antes de tiempo.


Tampoco me mires así que todos hemos hecho nuestras cosas en el mar. Tu también.


En fin.


Escabrosidades aparte, ¿Sabes cuando tienes un secreto que nadie más sabe y te sientes importante solo por ello? Pues así me sentía yo cuando volví a tierra firme.


Empoderada. Importante. Afortunada. Única.


Hay sensaciones que algunos sienten si se encuentran a Cristiano Ronaldo por la calle, a mí me pasa cuando tengo el privilegio de verme en medio de la naturaleza.


Al parecer no es raro que me pase. Hay estudios que confirman el impacto que la naturaleza tiene en nosotros.


Puede hacer que desaparezca el estrés, el cansancio, el insomnio, que nos concentramos más, nuestra atención vuelve al presente...


Y aun hay gente que dice que prefiere el hormigón. Todo vuestro señores.


Yo me quedo con el mar.


Eso sí, con mucho cuidado.


¿Cuidado de qué Angy? ¿De los tiburones, de las medusas?


No. Cuidado de nosotros. Que veces somos terribles. Yo incluida.


Unos meses más tarde de aquello decidí embarcarme en otra aventurita.


Esta vez me fuí a nadar con el tiburón ballena.


¡Qué error más grande!


Al ser algo muy específico de una zona y época determinada no sé porqué dí por hecho que no sería una salida masiva. Esta vez no me preocupé en informarme de que fuera un barco respetuoso con la naturaleza y no invasivo con el animal.


Craso error.


El viaje ya empezó malamente, unas 2 o 3 horas de barquito hasta el lugar con unas olas que el Dragon Khan se queda corto. Al llegar al sitio, la estampa era espeluznante.


¡Allí, allí!


Decenas de barcos persiguiendo al pobre tiburón a izquierda y derecha. La gente saltaba sobre él, todo el mundo hablando a voces.


No me lo podría creer.


¿De verdad hacemos esto?


Hija de un biólogo marino, siempre he buscado un acercamiento respetuoso con los animales. Y aquello, aquello era una invasión en toda regla.


Tuve que saltar al agua porque había ya vomitado 6 veces ( para que escondernos de escabrosidades ahora...) y el barco aun iba a estar en aquel sube y baja otra media hora.


No aguantaba.


¡Pum! Al agua patos y...


ahí está, una vez más Angy con la boca abierta tragando agua.


Una boca de un metro de ancho venía hacía mí. Me quedé impactada.


Lejo de asustarme, sentí el mayor respeto que puede haber por ese animal tan perfecto. Lo admiré. Y me enfadé porque nosotros lo estábamos asustando.


Subí al barco entre mareada, impresionada y horrorizada. Pidiendo que por favor nos llevaran de vuelta a la playa.


El camino de vuelta no fue menos inverosímil.


Gente echando hasta el hígado por la borda, nos quedamos sin gasolina en alta mar, y toda una serie de adversidades nos avisaban de que no debíamos estar ahí.


Así no.


Y así fue como una interacción con la naturaleza que podía haber sido inolvidable, se convirtió en un teatro del terror.


Amo Mexico y amo sus gentes, pero espero que esa actividad en concreto se prohiba pronto.


Si quieres ver al tiburón ballena, hazte un curso de buceo, mójate de verdad, metete con un grupo reducido que no invada el espacio del animal y obsérvalo con respeto.


Aun impresionada con semejante belleza, ojalá nunca hubiera visto al tiburón ballena.


Si quieres leer más historias de México, aquí tienes.


Para no perderte mis próximas aventuras...





 
 
 

1 Comment

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Guest
Dec 05, 2023
Rated 5 out of 5 stars.

Impresionante!! Que suerte haber podido disfrutar ese espectáculo 👏👏👏

Lo otro horroroso, que pena de sociedad!!

Muchos besos cariño 😘😘😘😘

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